He tenido que enfrentar muchas muchas veces esta pregunta, sin poder poner en palabras claras lo que, para mí, está detrás de llamarse ‘feminista’. Hoy (por fin) pude leer este texto de Estefanía Vela (@samnbk) en su blog de El Universal, del cual me permito transcribir este fragmento (disculpen si violo alguna disposición de propiedad intelectual, aunque no me preocupa demasiado) que define muy bien por qué he decidido ponerme la etiqueta de ‘feminista’ (con todos los costos asumidos por tal decisión) [las negritas son mías]:
El concepto de ‘género’ no fue propuesto para negar diferencias entre los cuerpos de las personas, sino para cuestionar que estas diferencias corpóreas fuera la razón detrás de la desigualdad social. La discusión feminista siempre ha estado conectada con la preocupación por la desigualdad social: con el hecho de que ciertas personas –y no otras– tienen acceso a ciertos bienes, espacios, servicios, premios, castigos, privilegios, prejuicios, roles y funciones. A por qué ciertas personas –y no otras– tienen que vestirse de cierta manera, amar de cierta manera, trabajar en ciertas cosas, estudiar ciertas cosas, vivir de cierta forma.
Fuente: Pornucopia de Estefanía Vela.
Soy feminista porque no hay día que no cuestione mis privilegios, porque no puedo quitarme ya el lente del género. Porque creo que nuestras estructuras sociales, incluso la de nuestro hermoso lenguaje de la eñe, están hechas para excluir, para segregar, para cuestionar erróneamente. Asumirme como feminista, actuar en consecuencia y asumir los costos sociales de tal decisión es una de mis pequeñas contribuciones a este jodido mundo.
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